sábado, 2 de mayo de 2009

2 DE MAYO DE 1.808

Desde la boca llegó el grito a revelar la ira;
el hombre esgrimió el rostro de la sangre,
y de nuevo el hombre mato al hombre.
¡Agonía en las calles y en los barrios!;
¡Agonía en las tumbas abiertas y en los pechos del hambre!;
surgió el terror vestido de viento,
el día afiló sus navajas de furia;
mujeres y hombres comparecieron ante la rabia,
llegaron desde las azoteas,
desde los balcones, desde las hojas verdes de la primavera.
Y ellos… ¡Oh malvados guerreros hambrientos!
¡Oh salvajes fieras del combate! …
levantaron sus sables al viento y la sangre
y el hombre volvió a matar al hombre.
Dueños fueron de la longitud que esgrime la espada,
de las cabezas huérfanas que somete la tierra,
y de la sangre que emana deshojada. Pero…
cuando el ciudadano rompió la tierra con el puño del aire,
ellos besaron el polvo dorado de la lágrima
y quedaron en el surco para siempre muertos.
en las aceras sus cuerpos mutilados,
bajo el dorado sauce sus uniformes,
y sobre ellos, la tierra, la voz del acero,
la sangre en saliva seca,
y los ojos que nacen fuera de la órbitas;
la muerte acunó barbas ardientes,
manos quemadas en las sombras,
porque mujeres y hombres murieron bajo la furia desbocada.

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