jueves, 19 de mayo de 2011

Dejadme sentir que la he querido







Dejadme sentir que la he querido,

que, por ella, la vida deshojó una sonrisa

¡tan sola y tan dulce!,

que sus labios proclamaron mi nombre

en la canción dormida de un beso.

Dejadme sentir que la he querido,

que mis ojos, silentes, llamaron

a la puerta de sus ojos

cuando nuestras pupilas se miraban, boca a boca.

Dejadme sentir que la he querido,

así, cariñosa y amable,

con su olor a madre enamorada

prendido en mí, como si brotase de una quimera,

de un gesto o de un vocablo.

Pero si un día la vida anunciara su olvido,

entonces...

Entonces, cuando ella sea ausencia en cada calle, en cada encrucijada,

en cada temblor hiriente de este corazón extinto,

no me dejéis, ¡no!, al amparo de su cólera,

de esa rabia que vicia el aire que me circunda

Apartad, si se diera el caso, su boca de la mía,

sus felinos ojos de mis iris, en el mismo instante que se cruzaran las miradas,

y sus afiladas uñas, cuando despedazan terrones de azúcar, de mi piel.

Apartad de mí este temor y ¡no!, ¡no dejéis que se acerque!

Y, cuando todo acabe, cuando el tiempo fije en mi pecho su quebranto,

dejadme lamer, despacio, mis heridas

para sentir así que la he querido

1 comentario:

  1. Wowwwwww Bandido!!!, mira que te has lucido con este poema!, me ha llegado intenso, estrujante, viviente, como si la pluma que lo escribe fuese dejando el mismo corazón.
    Un beso amigo.
    Vickie

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